Cuento de Navidad II – El Fantasma de los Proyectos Presentes

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Mientras se levantaba para estirar las piernas, sintió algo. Una presencia sutil. Como si alguien más estuviera esperando su turno.

El Fantasma de los Proyectos Presentes ya estaba cerca.

De repente, el ordenador se volvió loco, decenas de notificaciones empezaron a aparecer en las distintas aplicaciones que diariamente manejaba en el trabajo. Outlook, Teams, SAP, el navegador, Slack, las distintas VPNs… Todo comenzó a parpadear y avisar que había nuevas notificaciones.

— ¿Qué está pasando? – Dijo él para sí mismo.

— ¿Pues qué va a pasar? Que he llegado y el trabajo se vuelve loco – Dijo una voz a su espalda.

Se dio la vuelta y ahí estaba otro personaje, esta vez no era un jovencito, era un señor ya maduro, con barba y poco pelo, vestido de forma más informal con jersey y vaqueros. «arreglado pero informal».

— Y ahora ¿Quién eres tu?, ¿vienes a enseñarme de nuevo mi pasado? – Dijo él con seguridad – Debo haber comido algo en mal estado – Siguió hablando para sí mismo.

—Te equivocas, deberías haberlo intuido, soy el «Fantasma de los proyectos presentes»

—¿Ah sí? ¿y qué me vas a enseñar que no sepa ya? Estamos en el presente, sé donde estoy y quien soy. Sé lo que me rodea y donde voy.

—¿Estás seguro? Ven conmigo, te voy a enseñar algo.

El «Fantasma de los proyectos presentes» le tomó la mano y toda la habitación se oscureció de repente.

Varios focos se encendieron en lo que parecía una habitación sin fin, un espacio infinito negro lleno de zonas iluminadas desde un techo que no se veía. La oscuridad total salpicada de escenas con iluminación cenital.

—Bueno, allá vamos, ¿estás listo para entender tu presente?

—No, no entiendo. ¿Esto no es lo que vi con el otro fantasma? ¿Dónde estoy? ¿A donde tenemos que ir?

—Es normal sentirse abrumado. Tu presente tienes que trabajarlo, vamos a ir andando y descubriremos cada uno de los recuerdos y vivencias por los que estás pasando.

Se acercaron a la primera de las zonas iluminadas. Se veía a él mismo estudiando, haciendo test, presentándose a exámenes de certificación, intentando entender a los indios que le examinaban, enseñando la habitación por la cámara y consiguiendo las certificaciones.

—Has aprobado tres certificaciones de SAP en unos meses, eso no lo puede decir mucha gente

—Bueno, no es para tanto, lo difícil era entender al que me hablaba de la empresa de realización del examen.

Cada vez que visitaban una escena esta se mostraba y se apagaba. Le llevo a la siguiente escena iluminada, era una sucesión de reuniones en las oficinas de SAP España tanto en Madrid como en Barcelona. Eventos CX, charlas de estrategia conjunta, formaciones. Vieron también cómo estaba trabajando con el equipo de soporte de producto SAP abriendo casos, generado request de innovación, dando feedback a los responsables.

—Llevas mucho tiempo en SAP, pero nunca estuviste tan cerca de ellos. — Él asintió absorto.

Desde donde estaban vieron como un tren de alta velocidad se acercaba a ellos desde la lejanía. Él se asustó pero en seguida el fantasma le tocó el hombro y sintió una relajación reconfortante y se encontraron dentro del tren.

—¿No te acuerdas? Este año has viajado a Barcelona, Alicante, Santiago de Compostela a ver clientes, realizar preventa y presentaciones. En uno de esos vas ahora.

Miraron por la ventana, las escenas iluminadas pasaban a una velocidad asombrosa.

—El presente corre tan deprisa que no hay tiempo para darse cuenta de lo que está pasando.

En el vagón donde iban se empezaron a apagar las luces, así que continuaron andando al siguiente vagón. Una vez pasada la puerta del vagón el escenario cambió por completo, se vió a sí mismo en un escritorio hablando en inglés y en español con gente de Alemania, Chile, México, Canadá e incluso Albacete. Realizando demos de la nueva solución CRM de SAP, preventa, implantando proyecto, formaciones, webinars a clientes de la nueva solución.

—¡Anda que no hablas! No has parado de hablar durante este año.

El tren paró en una estación iluminada y se bajaron. Ahí, volando con la brisa, se acercó un papel que cayó a sus pies. Él se agachó y lo cogió. Era la portada del libro Debug en SAP. Guía para desarrolladores y funcionales que había escrito ese año.

—¡Y has escrito un libro! Ya tienes hijos, has escrito un libro ¿Has plantado un árbol?

Salieron de la estación a la calle y un niño con un periódico gritaba. «Extra! Extra! tu primer proyecto de SAP Sales Cloud V2 en producción!». Él se acercó, tomó un periódico y leyó la portada. Primer proyecto de SAP Sales Cloud V2 sacado a producción, próxima invitación a pulpo para celebrarlo.

—Estás participando en varios proyectos de la nueva solución en paralelo. Y ya has sacado uno a producción con tu equipo. Deberías estar orgulloso.

Las luces de la calle se apagaron y se vio el firmamento y las estrellas se fueron uniendo generando frases. Las frases eran los títulos de diversos artículos que había escrito en su blog profesional.

—Tu hablas mucho, pero escribes más. ¿Por qué lo haces? ¿Qué ganas con ello?

—Bueno, me gusta escribir y muchas veces para escribir sobre un tema tengo que estudiarlo y aprenderlo.

Todo se apagó de nuevo, y a fondo se vio un escritorio iluminado desde arriba pero esta vez con una luz anaranjada. Se acercaron y vieron un ordenador portátil encendido con las palabras «PULSE ENTER PARA COMENZAR».

—¿Y esto? ¿Qué se supone que tenemos que hacer?

—Yo lo veo claro, ahí pone que pulses la tecla ENTER para continuar. — Dijo el fantasma con vehemencia.

Él se sentó y con cierto miedo, pulsó ENTER. La pantalla del ordenador cambió, se abrió Teams con múltiples chats abiertos, en el mail tenía más de 200 emails sin atender y la cifra no paraba de subir, tenía tres presentaciones abiertas y dos archivos Excel, le llegaban notificaciones de inicio de reunión constantemente

—Vaya, veo que tienes algún problema con la multitarea ¿no?

—Bueno, no, esto es cuando se junta todo un poco, no pasa siempre, puedo gestionarlo— En un momento se puso a atender cada chat, solucionando cada petición y cambiando de foco, cliente y proyecto continuamente. Poco a poco fueron bajando las notificaciones, cerrándose las ventanas, guardando las presentaciones y atendiendo las reuniones.

—Te estás ganando la medalla de cartón. El más galardonado del pelotón de marionetas. ¿Tu crees que esto es sano?

—Bueno, me siento útil, productivo y ayudo a conseguir objetivos. Realmente es lo que quiero hacer ahora.

—Bien, pero ¿Qué pasará cuando no quieras? ¿Parará el tren en la estación donde quieras bajarte? Esto no es sostenible.

Él se quedó pensando, mirando al ordenador, absorto. La pantalla reflejaba su rostro cansado, y por un instante todo quedó en silencio. El Fantasma de los Proyectos Presentes lo observó en calma, como si esperara una respuesta que no llegaba. Las luces anaranjadas empezaron a parpadear, cada vez más débiles, hasta que todo el escritorio quedó sumido en penumbra.

—Ya lo has visto —dijo el Fantasma, con una voz que sonó de pronto más grave, más cansada—. Esto es tu presente… y se te puede escapar entre las manos como arena de playa.

El fantasma, mirándole fue desvaneciéndose poco a poco. —Mi tiempo acaba aquí —susurró—. Y el tuyo… sigue.—. La última luz se apagó y todo quedó en penumbra, solo iluminado por la luz de la pantalla del ordenador.

Una oscuridad espesa, profunda, casi sólida, ocupó el espacio que antes era la habitación. Él intentó hablar, pero algo le crispó la garganta. No era miedo… era anticipación. Entonces, a su derecha, una sombra se levantó lentamente del suelo.

No tenía rostro. No tenía forma clara. No parecía caminar: simplemente estaba ahí, como si hubiese nacido del propio silencio. El aire se volvió frío. Él contuvo la respiración.

El Fantasma de los Proyectos Futuros había llegado.

(Este texto es original, escrito por Jorge Ocampos, bueno basado en el cuento de Dickens, y no ha sido escrito por IA)

Cuento de Navidad I – El Fantasma de los Proyectos Pasados

Visión doble, visión borrosa, de nuevo el cansancio estaba haciendo mella en su vista. La multitarea siempre se le había dado bien, también los periodos de estrés y salidas a producción. “Tenso, no nervioso” siempre decía. Pero se encontraba cansado, muchos frentes abiertos, muchas cosas a tener en cuenta. Hacía tiempo que había dado el paso adelante en su trabajo y su vida profesional, no era un consultor más, llegaba donde otros no llegaban y podía con todo, pero nada es gratis en la vida.

Decidió tomar un descanso, hacer otra cosa y se puso a escribir. Abrió la hoja en blanco en su ordenador y se puso a juntar palabras “a ver qué sale”. Tenía una idea, bueno, tenía muchas ideas, pero una era la que le estaba motivando en ese momento. Visión doble, visión borrosa. Seguía aporreando el teclado a pesar de las dificultades visuales, sus dedos se conocían en teclado y las palabras iban apareciendo escritas sin freno, sin un aparente control por su parte, como sumido en un trance, fuera de sí.

Se despertó del trance con la cabeza apoyada en el teclado, con la letra h escrita de forma continua en el procesador de texto donde estaba escribiendo. Inmediatamente sintió frío, miró si había dejado alguna ventana abierta, pero todas estaban cerradas.  Estaba mareado, confundido y aterido de frío cuando escuchó una voz.

—Hola – Oyó una voz a su espalda. Se dio la vuelta y vio un jovencito en traje color gris marengo, con la cara muy pálida y el pelo corto y peinado.

—¿Qui.. Quien eres? ¿Qué haces en mi casa? ¿Qué quieres? – Preguntó sorprendido y preocupado.

—¡Uy! Sí, perdona, siempre me olvido de presentarme. Soy el Fantasma de los Proyectos pasados – Dijo haciendo una excesiva reverencia. – He venido aquí porque parece ser que necesitas una mano para ordenar tu vida.

—¿Yo? Eh ¿Por qué? No sé quien eres, ni qué haces aquí pero ¿Cómo has entrado? ¡Fuera de mi casa!

—Tranquilo, siempre os poneis así, no pasa nada, vamos a hacer un viaje.

—¿Un viaje a dónde?

—Un viaje a tu pasado.

Todo le dio vueltas, el “Fantasma de los Proyectos Pasados” le cogió la mano y empezó a llenarse todo de una especie de niebla densa que impedía ver nada. El seguía notando el tacto de su extraño acompañante y le notaba a su lado. La niebla se fue abriendo frente a ellos y se empezó a ver una escena.

—¿Qué es esto? – Preguntó él.

—Es tu pasado ¿No lo recuerdas?

Él se fijó, un joven entraba a hacer una entrevista para una empresa para un puesto de programador JAVA, primero iría a un curso de formación y luego a empresa.

– Aquí empezó todo ¿Lo recuerdas?

Sonrió al ver a aquel chaval sin saber lo que era SAP ni ABAP, volviendo a su casa a mirar el portal de empleo y ver las ofertas de trabajo. Recordó el seguir su corazonada “Voy a intentarlo”.

Las escenas se sucedieron encadenadas, los tres meses de curso ABAP, los profesores, los compañeros. La frase constante que rondaba por su cabeza “Sí, pero Coritel no quiero ir, voy a la otra consultora”.

—Y terminaste en Coritel igualmente. El destino tiene sentido del humor.

Entonces las escenas cambiaron, vio su primer día de trabajo real en SAP. Se rió al verse copiando una tabla estándar en su cuaderno, campo a campo, hasta que allá por el campo 90 decidió que ese no era el camino. Se acordó de las dudas básicas que preguntaba a sus compañeros, su primer desarrollo autónomo, sus primeras responsabilidades, el orgullo cuando reconocían su trabajo, su crecimiento profesional.

—Pues al final no estuviste tan mal como creías en Coritel ¿no?

También vio la decisión valiente, casi imprudente de dejarlo todo para viajar por Latinoamérica. Como pidió una excedencia en Coritel que no quisieron darle hasta el último día.

—A veces hay viajes que enseñan más que cualquier proyecto.

La escena cambió, vuelta del viaje haciendo muchas entrevistas hasta conseguir el puesto ABAP que le gustó (eran tiempos fáciles). Empezando a trabajar para un cliente que era una gran empresa de construcción cuando justo en llegó la crisis del 2009 y todo eso se paró.

—Cuando todo iba a ir mal – susurró el fantasma – saliste reforzado.

Apareció la imagen con él solo en las oficinas de un cliente con un SAP CRM 5 en la pantalla del portátil. Migración a la versión 7, conocer a su mentor en esto, crecer, aprender, dominar.

—Ahí volviste a empezar, nuevo conocimiento, nueva forma de trabajar como autónomo.

Se vieron las oficinas de un cliente de banca, gran proyecto de implantación. Sonrió, se veía rodeado de un gran equipo de compañeros de profesión. Fue corto pero muy intenso.

La siguiente imagen era bastante más oscura. Se veían unas oficinas viejas, en reuniones discutiendo, él solo, implantando un sistema haciendo varios roles (técnico, funcional, jefe de proyecto).  Cliente complicado, consultora ECC en contra, tensión, salida a producción, noches sin dormir.

—Lo pasaste mal, muy mal. Pero eso forjó lo que ahora eres. Te hizo crecer como nadie crece.

El caos de un gran Call Center apareció. 400 personas hablando a la vez por el aplicativo del que él era el responsable. Caminando entre las filas, resolviendo problemas, formando a gente, apagando fuegos. Reuniones en un gran cliente, lento, viejo, desesperante y a la vez apasionante.

Entonces la escena se oscureció de golpe, como si alguien hubiera apagado la luz del recuerdo. No era una oficina, ni un cliente difícil, ni un proyecto interminable. Era una consulta médica. Él estaba sentado, más joven pero con la misma determinación en los ojos. El médico hablaba despacio, con esa voz ensayada que solo se usa cuando las palabras pesan: “esclerosis múltiple”. Y con aquellas palabras, la visión doble y la visión borrosa entraron en su vida para quedarse.

—Aquí empezó tu verdadera visión doble —susurró el Fantasma, sin ironía esta vez.

Vio aquel momento desde fuera, casi como si fuera otra persona: el susto, las preguntas, la incertidumbre, el vértigo. Y vio también algo más importante: cómo no se rindió. Cómo siguió trabajando, estudiando, programando, liderando proyectos, cuidando a su familia… con miedo, sí, pero también con una fuerza que entonces no sabía que tenía.

—No te rompiste —añadió el Fantasma—. Te doblaste… y seguiste adelante. Vinieron niños, casa, trabajo. Seguiste luchando por todo.

Se veía trabajando de día en las oficinas de ese gran cliente y por las noches para un cliente empresa funeraria. Le hacía gracia, podía y ganaba dinero.

—Pero no podemos siempre con todo, niños, dos trabajos, vida personal. Tuviste que tomar una decisión. Otra decisión que marcó tu camino.

Apareció trabajando desde casa para ese ultimo cliente. Pudiendo compaginar vida personal y laboral sin problemas. Pasando la pandemia (trabajando para una funeraria) en casa trabajando y atendiendo a su familia. Y así se vieron pasar los años.

—Pero tu necesitabas más ¿no? Decidiste hacer un cambio en tu vida.

Finalmente, apareció la etapa en la Big Four. Ilusión, esfuerzo, intento de cambiar de mentalidad. Pero finalmente frustración, ansiedad y estrés.

—No siempre ibas a elegir bien. De todo se aprende, no puedes con todo y algunas cosas no están bajo tu control.

Y por último, la luz del retorno: volver a ser freelance. Recuperar libertad. Recuperar control. Recuperarte a ti mismo. Volver a construir desde cero una relación de confianza con una empresa, a pesar de ser freelance. Ser líder de un grupo, ponerse en primera línea, asumir retos y llevar a cabo trabajos que no había llevado. Ganar visibilidad, ganar responsabilidad, multitarea, mucho trabajo. Entonces toda la niebla de desvaneció.

El Fantasma lo miró por última vez.

—Tu pasado no volvió para herirte. Volvió para recordarte lo lejos que has llegado… y la fuerza que siempre has tenido.

Y con un susurro que parecía viento, desapareció.

Volvió a ver su escritorio, su ordenador todavía estaba en la pantalla del procesador de textos, como si no hubiese pasado el tiempo. Pero sus sensaciones eran distintas, algo había cambiado por dentro, le había hecho ver todo el camino disfrutado. Se sentía orgulloso y poderoso de sus capacidades y lo que había realizado. Por primera vez en mucho tiempo, se permitió admitirlo: había estado demasiado ocupado para recordar quién era.

Mientras se levantaba para estirar las piernas, sintió algo. Una presencia sutil. Como si alguien más estuviera esperando su turno.

El Fantasma de los Proyectos Presentes ya estaba cerca.

(Este texto es original, escrito por Jorge Ocampos, bueno basado en el cuento de Dickens, y no ha sido escrito por IA)

Las guerras no se ganan solo

Año 2024

Tercera Guerra Mundial

Ahora las máquinas son las que hacen la guerra pero tiene que ir un humano a configurarlas, ponerlas a punto y ordenar lo que deben hacer. Te ha tocado coger tu mejor arma y salir al campo de batalla a preparar tu batallón de combate de máquinas para atacar al enemigo. Tu enemigo está formado por un conjunto de tostadoras con sables, son viejas, obsoletas, pero ¡joder! ¡tuestan muy bien el pan!. Tu objetivo es que tus máquinas asuman ese tueste de pan de manera más eficaz, eficiente y que además sepan preparar café, bollos y muffins magdalenas. A tu derecha está uno de tus compañeros, es joven, pero tiene más huevos que el puto equipo entero de rubgy Neozelandés, a tu izquierda, otro de tus compañeros, es el conseguidor, consigue tabaco, chicles, «esa llave Allen» que te hace falta para apretarle a uno de tus robots la tuerca correcta, además es gracioso, mantiene la moral de la tropa en niveles casi de familia. Por encima vuestro está el jefe, pero le ves siempre dentro de la trinchera empalmando cables y cargando baterías para el asalto. Al otro lado de la trinchera, separados, pero no lejos, está el resto del equipo, algunos acaban de alistarse en el frente y no han vivido una guerra, pero tienen ganas y energía. Esa que a ti a veces te falta.

Oficinas Centrales

Tu has estado ya en muchas guerras de este estilo. Sabes a lo que huele la carne quemada de consultor al explotar una bomba en producción. Sabes a qué saben tus lágrimas unidas de sangre al estar más de 4 horas en una reunión absurda. Tienes cicatrices, escaras y marcas que te recuerdan batallas pasadas, fantasmas del pasado que se te aparecen por la noche. Pero todavía te sigue palpitando el corazón antes de entrar de batalla, todavía te llenas de satisfacción ante la batalla ganada y todavía sigues sintiendo el abismo al ser alistado en una nueva guerra o en la batalla final de la guerra. Ya no tienes miedo, ya no estás nervioso, estás tenso y preparado.

Has visto cosas que ellos no creerían

Ahora bien, hay guerras y guerras, hay batallas que puedes ganar y otras que nunca vas a ganar. Y las guerras no se ganan solo, necesitas a tu batallón, tu equipo, tu gente. Necesitáis trabajar como una orquesta, cada uno entrando a su tiempo, tocando su instrumento y sabiendo perfectamente lo que hace el otro y cómo realizar su trabajo. El director de orquesta debe guiar, controlar y ayudar a su orquesta.

Tocando Paquito el Chocolatero Tercer movimiento

Pero en medio de la guerra pueden pasar muchas cosas. Uno de tus compañeros, «el conseguidor», decide que esta guerra ya no va con él, que quiere alistarse en otro cuerpo armado, que quiere otras guerras. Has estado en muchas guerras y luchado codo con codo con muchos compañeros, muchas veces has sido tú el que ha abandonado la trinchera para buscar otros horizontes. Pero ahora estas en la puta Tercera Guerra Mundial, silban las balas por encima de tu cabeza, aprietas los dientes y el culo, te limpias el barro de la cara y agarras tu arma como si fuera tu cordón umbilical que te une a la vida. Miras a un lado, tu compañero joven está recargando su arma mientras, con la otra mano, está realizando un plan de ataque sobre el objetivo. Miras arriba, tu superior está de pie, encima de la trinchera, hablando por teléfono, con un cigarro en la boca y gritando como un loco. Pero miras al otro lado y ves que no hay nadie, ¡Mierda! ¡Darías una pierna por un café con un compañero!

¡Necesitamos más soldados!

Ese hueco en la trinchera será rellenado, nadie es imprescindible, pero para ti, que llegaste a esta guerra cuando ya estaba muy escalada y con muchas bajas, tu compañero generaba el ambiente necesario para aguantar el sonido de las bombas explotar en el exterior de la trinchera. Llevas mucho tiempo en muchas guerras, y has visto muchas bajas y mucha gente que abandonó la trinchera. ¡Maldita sea! ¡Tú también has abandonado alguna!. Y sabes que es posible que te encuentres en otras batallas, de otras guerras, con antiguos compañeros. Llegados a este punto, miras el vacío de tu izquierda y piensas:

Que te vaya bien en tu guerra, amigo